Me acurruco junto a un arbusto y empiezo a dar
pequeñas cabezadas, mientras espero al alba. El tiempo pasa rápido, pero no
dejo de estar nerviosa, no sé qué puede ocurrir allí. Antes de la hora
acordada, me levanto y me dirijo y hacia la cornucopia, ya que creo que estaré
más segura, cojo lo que es mío y me marcho sin llamar mucho la atención. El
bosque se encuentra en estos momentos en
silencio, solo se escuchan mis pisadas sobre las hojas secas del suelo. No me
encuentro demasiado segura con tanto silencio, todo está demasiado tranquilo.
Por si acaso, voy girando continuamente la cabeza hacia ambos lados, pero eso
conlleva que me vaya mareando debido a la velocidad a la que giro la cabeza.
Cuando los árboles empiezan a estar más dispersos dejo de mirar hacia los
lados, me concentro en mi objetivo. Empiezo a andar de rodillas, arrastrándome
por el suelo, por lo que si miran en mi dirección, mi cuerpo no será más que un
pequeño bulto en el suelo, podría parecer una roca. Cuando llego a la linde del
bosque me duelen las rodillas, había demasiadas piedras pequeñas por el camino.
Todavía no hay nada a la vista que aclare nada sobre el banquete, así que me
adentro un poco en el bosque y me siento a esperar. Unos segundo más
tarde, sale una mesa del suelo. Sobresaltada,
me incorporo, deseando averiguar más sobre lo ocurrido. Sobre esta se
encuentran varias bolsas de diferentes colores y tamaños. En el centro de cada
una de ellas se halla el número de cada distrito. Mi estómago ruge, necesito
esa bolsa y rápido. Mi distrito es el
cinco, mi bolsa no es que sea muy grande, pero es lo suficientemente espaciosa
para que contenga comida para algunos días. Es de color verde, por lo que se
disimulará bien dentro del bosque. Antes de que pueda aparecer alguien me
levanto y salgo corriendo para cogerla. Voy chocándome contra alguna de las
ramas que se encuentran a mi paso, pero eso no me detiene, mi objetivo es prioritario. Cuando llego junto a
la mesa, cojo la bolsa de color verde y sigo corriendo en línea recta, aunque
más tarde tenga que dar la vuelta para volver a la parte del bosque conocida,
lo principal es pasar desapercibida. Cuando estoy otra vez dentro del bosque,
escucho como alguien grita. Mi curiosidad puede conmigo, así que me giro y
empiezo a inspeccionar lo que ocurre. Katniss, la chica del doce, se encuentra
en el suelo, bajo el peso de la chica del dos, la que tira los cuchillos.
Quiero ayudarla pero eso sería ponerme en peligro, me giro y sigo andando,
ignorando lo que ocurre a mis espaldas. Cuando ya me he adentrado lo
suficiente, me siento en medio de un claro y abro la bolsa. En su interior, hay
una pequeña cantimplora de agua, llena, y un pequeño trozo de pan. Quizá no sea
lo mejor que haya podido comer a lo largo de mi estancia aquí, pero es comida y
se agradece. Saco el pan y le doy un pequeño bocado, pero tengo tanta hambre
que acabo por comerme medio. Después saco la cantimplora, y don un trago. Es el
mejor agua que he probado en mucho tiempo, ya que la del río estaba asquerosa.
Poder comer de nuevo es lo mejor que hay, y con esa escusa, dejo que el tiempo
pase mientras me dejo llevar por el cansancio. Cuando el sol se alza sobre mi
cabeza, me levanto a estirar las piernas. Me doy la vuelta me dirijo hacia la otra
parte del bosque, la conocida. Aunque estoy alerta, no parece que nadie quiera
salir a atacarme, ya que seguramente todos hayamos acudido al extraño banquete.
Seguramente estarán todos mirando lo que contiene la bolsa. Sin pensarlo, giro
hacia la izquierda y salgo por el claro que hay detrás del bosque. Me acerco al
riachuelo, me lavo la cara y me refresco los brazos. Más tarde, agarro con
ambas manos la rama de un árbol y me subo en él. Pego la espalda al tronco para
poder estirar las piernas y descansar. Anochece antes de lo esperado, por lo
que todo está a oscuras. A tientas abro la mochila para terminarme lo que me
quedaba, pero en ese momento suena un cañón. Me coge desprevenida, por lo que
se me cae el pequeño trozo de pan que tenía. Dirijo la mirada al cielo, ya que
no tengo otra cosa mejor que hacer, y veo las fotos de los tributos que hoy han
caído. Solo hay tres; solos recuerdo a dos, Tresh, el chico del once, no lo
conocía mucho pero era bueno, y Clove, la chica del dos, ella no me da lástima.
Busco la cantimplora, pero no la encuentro ya que debí de dejármela cuando
paré. La noche se me hace muy larga, más de lo normal, y no puedo conciliar el
sueño. Vuelvo a tener hambre, ya que antes no pude comer. A lo lejos se oye el
canto de los sinsajos, lo que me ayuda a tranquilizarme y adormilarme. Mientras
va amaneciendo, el sol me da en la cara, así que entrecierro los ojos. Me duele
la barriga, mis ganas de llegar al final disminuyen. No quiero seguir allí
dentro. Solo quedamos cuatro, no creo que tenga ninguna posibilidad, pero
tampoco quiero darle el gusto de matarme a alguno de los tres. Llego a una
conclusión, quiero suicidarme. Me bajo del árbol, decidida. Segundos más tarde
escucho voces, provenientes de detrás de mi espalda. Decido dirigirme hacia
ellos, solo para cotillear. Son los del doce. Ella se dirige hacia mí, hacia el
interior del bosque, arco en mano, mientras que el va hacia abajo, hacia otra
parte del bosque, pero lleva la mochila. La esquivo a ella y empiezo a seguirle
sin que se dé cuenta. Cuando ya nos hemos adentrado un poco en aquella parte
bosque, se quita la mochila y la coloca en el suelo. Con cuidado, la abro y veo
que en el interior hay un poco de queso y de pan. ¡Me muero de hambre! Me dejo
llevar y cojo un poco de ambos. Si voy a morir, quiero morir a gusto. Cierro la
mochila, sin que lo note, y le busco. Está agachado recogiendo unas bayas
pequeñas, redondas, moradas. Jaulas de noche. Parece que no sabe que son
venenosas, antes de poder tragarte una ya habría muerto por intoxicación. Mi
arma perfecta. Con sigilo, me acerco hacia el pequeño arbusto, ya que él se ha
desplazado al de al lado. Estiro la mano y cojo una. La muerte entre mis manos.
Cojo una bocanada de aire. Tengo miedo, pánico, pero debo hacerlo. Cierro los
ojos, me llevo la mano a la boca, suelto la baya y la muerdo, adentrándome en
un sueño del que nunca podré despertar.
FIN
Muchísimas gracias a todos los que me habéis leído hasta el final.
Muchos besos.