viernes, 15 de noviembre de 2013

LOS JUEGOS DE LA COMADREJA: Capítulo 4


El sueño empieza ha abatirme por lo que en algunos instantes mi mente empieza ha alejarse de mí, soñando con lugares más apreciados que en el que me encuentro en estos momentos. Con preciosos atardeceres vistos desde casa, desde el distrito cinco; o praderas llenas de vida, nada en comparación con lo de casa. Añoro mi distrito, aunque no es lo mejor del Panem, a mi me encantaría estar allí en estos momentos, por lo que me despierto, con el deseo de estar en mi dura cama (levantándome temprano para ir al colegio o a la central eléctrica, como hacemos muchas veces), la cruda realidad me devuelve un poco de tristeza. No estoy en casa, sino en la arena, escondida detrás de un árbol, aguardando a que los tributos que en estos momentos están en la cornucopia, empiecen ha hacer algo productivo antes de que me muera de aburrimiento. Me pongo en pie, con muchísimo cuidado, ya que tengo las piernas algo entumecidas. La noche se ha echado encima antes de lo esperado por lo que no veo prácticamente nada. Una vez que mis ojos se han acostumbrado a la oscuridad, empiezo a diferenciar las siluetas de los árboles y arbustos que tengo delante de mí, pero nada más. Estiro los brazos, abriendo las palmas de las manos, y empiezo a caminar un poco hacia delante, para intentar ver lo que han avanzado mientras yo estaba dormida. <<Por favor, que no hayan colocado las minas alrededor de la comida, por favor>> susurro, esperando, deseando que sea verdad, ya que si no fuese así me daría algo. Habría perdido mucho tiempo, para nada. Casi tropiezo con una piedra, por lo que me paro en seco. Dirijo la mirada hacia derecha e izquierda, pero no hay monos en la costa. Estoy casi donde termina toda la arboleda, pero ya que es de noche, muy de noche, espero que no me vean. Con cuidado, doy un par de pasos avanzando hacia el claro que señala el lugar de lo profesionales. La oscura me envuelve por lo que dudo que me vean,, a excepción de mi brillante cabello rojizo que quizá sea algo delatador. A lo lejos, veo que hay una pequeña montaña, junto a donde duermen cuatro o cinco tributos mientras dos hacen guardia. Poco a poco voy avanzando pegada a la última fila de árboles, dando al gran claro, para poder coger algo de comer, como una manzana o algún tipo de fruta. Cuando ya estoy colocada detrás de la montaña, sin que los dos tributos que están de guardia puedan verme si me esmero lo suficiente. Me arrodillo, y empiezo ha avanzar a ganas, haciendo que mi silueta en la oscuridad se note menos que de pie. Voy clavándome las pequeñas piedrecitas en las manos y piernas, pero intento esquivar algunas que veo, pero hay pequeñas que no consigo ver en la oscuridad, por lo que me hago pequeñas heridas en las palmas de las manos. Ya he llegado lo más cerca que consigo acercarme a la montaña, ya que vi como colocaban la primera línea de minas. Decido arriesgarme a poner en pie y pisar en lugar cualquiera, ya que no se por donde la colocaron por esta parte. Piso fuerte contra el suelo, esperando que no haya ninguna mina allí. Para mi suerte no hay ninguna, pero no quiero volver a arriesgarme, hay que por los alrededores de mi pie tiene que haber el resto de minas. Adelanto la otra pierna, poniéndola pegada a la otra. Observo primorosamente la comida que tengo ante mis ojos, decidiendo algo que coger y que no haga que se desmorone. Veo que hay una manzana un tanto alta de mi. La bolsa en la que está tiene un pequeño agujero por el que asoma, así que me pongo todo lo que puedo de puntillas, y estiro el brazo lo más alto que puedo. Aunque no tengo una baja estatura, no soy lo suficientemente alta para alcanzarla; por lo que doy un paso hacia atrás, y dejo una pequeña señal donde antes estaba, me arrodillo y vuelvo por donde había llegado. Por el camino, mios manos empiezan a sangrar debido a las pequeñas heridas que me hice antes, y que ahora sigo dañándome por culpa de las estúpidas piedras. En mi camino hacia el borde de la arboleda, encuentro una piedra que me sirve para lanzar contra la manzana y poder cogerla. La guardo contra mi puño, y vuelvo otra vez contra mis “pasos”, mis pasos a gatas, mejor dicho. Llego hacia el límite de las minas, y entre la poca oscuridad que hay, debido a que el sol se está alzando, busco la pequeña marca que deje con anterioridad. Me pongo en pie, y una vez atisbada la manzana, lanzo la piedra con mi mano derecha, apuntando hacia mi objetivo. La piedra le da, la deja de caer. Rápidamente, doy medio paso hacia delante y me coloco debajo de ella. Alzo las manos y la atrapo algo torpemente. Empiezo ha dar pasos hacia detrás, con la manzana cogida entre mis manos, pegadas al pecho. Me interno en el bosque, y empiezo a correr hacia mi lugar principal. El sol se está alzando, y los profesionales están empezando a despertarse. Temo que me hayan descubierto y vengan ha buscarme. Empiezo ha hacerme pequeños cortes en la cara debido a las pequeñas ramas que dan contra mi cara. Me encorvo sobre mi misma, disminuyendo un poco la velocidad. Me paro junto al lago, me lavo y refresco la cara, bebo un poco de agua y lavo la manzana. Prosigo mi camino, mientras me la como lentamente. Cuando llego a mi pequeño escondite, me arrodillo, con el sol dándome en la cara, viendo como los pocos profesionales que hay se van despertando. Me termino la manzana y guardo el hueso entre unos matorrales. Algo ha pasado ya que vario de los profesionales empiezan a correr, internándose en el bosque y dejando al chico de las minas y a otro más al cargo de todo aquello. Me pongo en pie y empiezo a internarme yo también ya que creo que se han dado cuenta de mi presencia, ya que el del distrito tres empieza a correr directamente en mi dirección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario